Viniendo de una formación técnica como es mi caso, la elección del tema para este primer reto del curso era evidente:
https://www.lavanguardia.com/economia/20210308/6265588/sector-tecnologico-sigue-lejos-alcanzar-igualdad-genero-stem.html
El número de estudiantes en carreras técnicas está en retroceso en ambos sexos, pero a esta situación probablemente derivada de las diferencias cada vez mayores entre la dificultad percibida en los estudios y el grado de satisfacción laboral que puede proveer un mercado de trabajo cada vez más precarizado, hay que unir una disparidad todavía exagerada entre nº de hombres y mujeres en las aulas de las Escuelas de Ingeniería o ciencias exactas.
La presencia femenina en los campos tradicionalmente conocidos como "de ciencias" es muy limitada. En mi promoción (año 2000), iniciamos la carrera unos 200 alumnos. Hablando de memoria, creo que no llegasen a 40 las chicas de entre los 200 estudiantes de la promoción.
Teniendo claro que no existen diferencias cognitivas o intelectuales (como mucho, aspectos marginales más relacionados con la percepción o captación de la información, antes que con la comprensión o manejo de datos) que hagan más atractivas o sencillas las materias para unos que para otras, está claro que el motivo de esta disparidad hay que buscarlo unos pasos más atrás: la forma en la que se educa o se forma a los/las estudiantes.
Dicho de otro modo, si queremos comprender por qué a las chicas no "les interesa" ser ingenieras, hay que preguntarse por qué a las niñas no "les interesan" los juguetes tecnológicos o científicos. O más bien, si no serán los progenitores quienes esperan que a ellas les interesen más las muñecas que los coches de juguete o las videoconsolas.
Se hacen notables esfuerzos en modificar tanto la percepción de los progenitores y de los propios jóvenes, desde las aulas de primaria a las propias universidades (con iniciativas tan notables como los conocidos 'girl's days' para presentar el atractivo de las carreras STEM a las alumnas de bachillerato), pero aún sigue fuertemente arraigado una percepción eminentemente masculina de los intereses técnicos o científicos.
Para muestra, basta con acercarse al mundo del videojuego. Un sector muy masculinizado tanto en el lado de la industria, los productores de contenidos, como del lado del consumidor, el público jugador.
Aún son mayoría las grandes producciones centradas en conflictos bélicos, historias de forzudos protagonistas que rescatan a indefensas princesas... a pesar de que en un tiempo relativamente corto las mujeres se han incorporado como consumidoras de videojuegos hasta casi alcanzar la paridad con los jugadores de sexo masculino (https://es.statista.com/estadisticas/481369/jugadores-de-videojuegos-en-espana-por-edad-y-genero/ ). Sin embargo, las trabajadoras del sector no alcanzan ni siquiera el 20% (https://es.statista.com/estadisticas/514594/porcentaje-de-empleados-en-la-industria-espanola-del-videojuego-por-genero/), todo ello sin contar brechas de género en remuneración o desarrollo de la carrera profesional.
Si de por sí esto ya es muy sintomático, no es menos grave que frecuentemente, en cualquier polémica relacionada con este sector, es habitual que la peor parte del linchamiento mediático que propician las redes sociales sea protagonizada por un rostro de mujer, que recibe vejaciones, presiones, acosos y maltratos verbales de toda clase:
- https://vandal.elespanol.com/noticia/1350744950/acosan-a-una-desarrolladora-de-god-of-war-y-cory-barlog-reacciona-en-twitter/#comentarios
- https://es.wikipedia.org/wiki/Gamergate
Lo cual en definitiva demuestra que las
actitudes machistas, pese a los esfuerzos realizados, no sólo persisten sino
que se amplifican en el ecosistema distorsionado que conforma el público
juvenil que se desenvuelve en las redes sociales, y que al reflejarse en los
comentarios y actitudes de avatares supuestamente afines en edades, gustos
culturales... terminan por hacer aún más refractario al individuo que reproduce
y perpetúa los estereotipos machistas tradicionales.
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